Empiezas a sentirte una persona normal. Ahora estás tranquilo, no piensas más en todas esas idioteces de la vida, la existencia y mucho menos en la muerte. Ahora una sonrisa se apodera de tu rostro sin motivo alguno, el mundo te parece un sitio diferente, incluso interesante: brilla el sol, los verdes árboles ondean sus ramas con el viento. Tienes hasta ganas de ordenar tu habitación, abir un poco las cortinas, que entre luz. Quieres salir y ver y hacer. Ya no tienes tiempo para la filosofía, ya no escribes. Ya no lees tampoco; prefieres la última película de Schwartzenegeer a los filmes deprimentes de la muestra, te sientes demasiado bien para eso, y te sentirás así al menos por una semana, mientras duren los efectos y hasta que sea necesaria la siguiente dosis.
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