lunes, mayo 24, 2010

La verdad acerca de los perros y gatos


Si en los países ricos se tiene en tanta estima al bienestar de los animales, no es porque en esos lugares la gente sea más consciente del sufrimiento de los seres, sino porque ahí, secretamente (a voces), el hombre se desprecia a sí mismo y a su semejante, y ve en aquellas criaturas reflejada la paz, la armonía y sinceridad que ha perdido, que ha cambiado, que ha vendido.
Así pues, el auto denominado hombre moderno, civilizado, se manifiesta a favor de los derechos animales y en contra de su explotación, al mismo tiempo que coarta los derechos de sus semejantes y los reduce a utensilios, simples engranajes intercambiables de la gran maquinaria del mercado. Pero de ésto no se queja, por ésto no protesta sino lo justifica a través de las falsas promesas de bienestar y progreso.

En los países pobres, en cambio, un perro sigue siendo un perro, y un gato es sólo un gato. La vaca, el pollo, no son meros ingredientes. Se les respeta en tanto que su sacrificio significa la continuidad de la vida. Y ahí justamente, aunque cada vez menos, la vida de un hombre sigue siendo el bien más preciado, por ser, casi siempre, el único.


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