jueves, diciembre 27, 2007

Como el perro que intenta morderse la cola


Recordándote mientras conduzco por las calles de la ciudad que he dejado hace algún tiempo y en la que ahora estoy de regreso.
No hace mucho tiempo, ni por mucho tiempo he estado ausente, y sin embargo regreso para ver que algunas cosas han cambiado. Y esos cambios, en principio tan pequeños, insignificantes, significan que en verdad el cambio siempre está al acecho.
¿Es el cambio el que nos persigue o nosotros quienes lo seguimos, intentando inútilmente de alcanzarlo?
Y todo porque te recuerdo mientras conduzco por las calles de la ciudad que ahora reconozco como hogar. Creo que llega un punto en la vida de toda persona en la que la palabra hogar adquiere un nombre, un significado, un punto en el mapa, por así decirlo, literal o figurativamente, como sea, la idea es la misma.
Por eso, mientras conduzco, te recuerdo. Y a menudo no me gusta recordar, porque es como querer parar el tren del cambio, y eso es imposible.
La mayoría de los recuerdos, incluso los buenos, son inútiles. Inútiles cuando se les mira a la luz del cambio. Así como a la misma luz todo es inútil. Todo. Porque todo, tarde o temprano va a cambiar y desaparecer.
Así mientras conduzco y te recuerdo, me doy cuenta que eso que recuerdo ya no existe. Ya cambié. Ya cambiaste. Y volver no existe en el vocabulario, mío ni de nadie. Nunca vuelves, siempre vas y vas y vas, hacia algo que crees y quisieras que fuese lo mismo pero no lo es. Algo, lo que sea, lo más mínimo, lo que menos esperas, lo que menos imaginas, ya cambió desde la última vez.
Así que, en resumidas cuentas, la última vez es siempre la primera vez.
Como el perro que intenta morderse la cola.

Y a todo esto, en el fondo se oye alguien que canta:
"...and someone will drive her around

down the same streets that i did

on the same streets that i did..."

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