Tendria como diez años cuando lo de la "Tormenta del Desierto". Recuerdo que en la clase de dibujo el tema de moda era la guerra, y todos los niños dibujábamos tanques, bombas, aviones, soldados, explosiones; y nos parecía muy divertido, emocionante.
Recuerdo también que el maestro, con una cara de entre lástima y preocupación, trataba inútilmente de convencernos de dibujar otras cosas: paisajes, animales, lo que fuera. Algo no violento.
Ahora que pienso en ello entiendo el por qué de su expresión. Nosotros entonces como niños no entendíamos los horrores de la guerra. Para nosotros era sólo un juego, fuegos de artificio que veíamos en la televisión, la primera guerra transmitida en vivo y en directo desde algún lugar tan remoto como inpronunciable, del que sólo sabíamos dónde estaba al consultar el mapamundi en alguno de nuestros libros.
Después de tantos años quizá la mayoría de esos niños todavía no comprendemos aquella barbarie, para bien o para mal, depende. Sólo a algunos cuantos nos importará al menos un poco, lo suficiente como para escribir una entrada al respecto en nuestros blogs.
Anoche, mientras preparaba algo de cenar, un corte informativo notificaba la ejecución de Saddam Hussein, apenas 12 minutos atrás, aproximadamente. Ejecutado en la horca, acusado de crímenes contra la humanidad "en cumplimiento de la sentencia por el asesinato de 148 chiítas en 1982". Sentí lástima por aquel hombre. Un títere del sistema. Un peón sacrificado en una buena o mala jugada.
Pensé, sin embargo, que él mismo había escogido su destino al entrar al juego. Todo el que entra al juego sabe de antemano las reglas y conoce los riesgos a los que se atiene.
Me surgen dudas: ¿por qué a Johnson, Nixon, Bush padre, Bush hijo, por mencionar algunos, no se les enjuicia ni nadie les dice nada? ¿Por qué otros como Pinochet mueren sin sentencia? ¿Hasta qué punto es "justo" cobrarles con la misma moneda? ¿Mueren junto con el dictador el odio, el dolor, el sufrimiento? ¿Puede una muerte limpiar otras miles?
Recuerdo también que el maestro, con una cara de entre lástima y preocupación, trataba inútilmente de convencernos de dibujar otras cosas: paisajes, animales, lo que fuera. Algo no violento.
Ahora que pienso en ello entiendo el por qué de su expresión. Nosotros entonces como niños no entendíamos los horrores de la guerra. Para nosotros era sólo un juego, fuegos de artificio que veíamos en la televisión, la primera guerra transmitida en vivo y en directo desde algún lugar tan remoto como inpronunciable, del que sólo sabíamos dónde estaba al consultar el mapamundi en alguno de nuestros libros.
Después de tantos años quizá la mayoría de esos niños todavía no comprendemos aquella barbarie, para bien o para mal, depende. Sólo a algunos cuantos nos importará al menos un poco, lo suficiente como para escribir una entrada al respecto en nuestros blogs.
Anoche, mientras preparaba algo de cenar, un corte informativo notificaba la ejecución de Saddam Hussein, apenas 12 minutos atrás, aproximadamente. Ejecutado en la horca, acusado de crímenes contra la humanidad "en cumplimiento de la sentencia por el asesinato de 148 chiítas en 1982". Sentí lástima por aquel hombre. Un títere del sistema. Un peón sacrificado en una buena o mala jugada.
Pensé, sin embargo, que él mismo había escogido su destino al entrar al juego. Todo el que entra al juego sabe de antemano las reglas y conoce los riesgos a los que se atiene.
Me surgen dudas: ¿por qué a Johnson, Nixon, Bush padre, Bush hijo, por mencionar algunos, no se les enjuicia ni nadie les dice nada? ¿Por qué otros como Pinochet mueren sin sentencia? ¿Hasta qué punto es "justo" cobrarles con la misma moneda? ¿Mueren junto con el dictador el odio, el dolor, el sufrimiento? ¿Puede una muerte limpiar otras miles?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario