No es soprendente que, a través de la historia, numerosas culturas que han logrado cierto grado de desarrollo, muchas incluso gran majestuosidad y dominio, hayan considerado a sus capitales como Umbilicus Mundi, el ombligo del mundo, situándose con esto a sí mismas como el eje sobre el cual gira o giró en su momento toda su cosmogonía, cualquiera que haya sido.
Es quizá una forma jactanciosa de auto-justificación. Un intento por dar validez a todas aquellas acciones a través de las cuales consiguieron su estatus y poderío (algunas buenas, otras no tanto). Muchas veces esa justificación se convierte en una transferencia de méritos hacia poderes más elevados en quienes se depositan todas aquellas cualidades de grandeza, fuerza, astucia, que finalmente pasan a ser dones divinos otorgados sólamente a ellos -a la civilización o cultura en cuestión- y que los hace los únicos dignos merecedores de tales privilegios, con derecho a dominar y sobresalir sobre cualquier otro pueblo, raza o credo. Derecho divino del cual sólo ellos se hacen depositarios, en la más común y absurda auto-investidura de la historia que se repite una y otra y otra vez, al rededor del mundo. De ese mundo del cual se dicen ser el centro, pero que ha tenido muchos centros, incluso de manera simultánea.
Y la fórmula se repite hasta nuestros días. Washington, New York, La Meca, etc. Son el centro de los mundos dentro de este mundo parcializado y descentralizado.
Algunos ejemplos:
Aunque otras versiones sugieren las raíces metl (maguey), xictli (ombligo) y el locativo co, cuya traducción sería «en el ombligo del maguey». Teniendo en cuenta la abundancia del maguey en tierras mexicas, tal vez el sentido de este nombre no sería muy distinto al de las otras culturas antes mencionadas, al situarse al centro de los magueyes, de su mundo. Otro centro del mundo.
Es quizá una forma jactanciosa de auto-justificación. Un intento por dar validez a todas aquellas acciones a través de las cuales consiguieron su estatus y poderío (algunas buenas, otras no tanto). Muchas veces esa justificación se convierte en una transferencia de méritos hacia poderes más elevados en quienes se depositan todas aquellas cualidades de grandeza, fuerza, astucia, que finalmente pasan a ser dones divinos otorgados sólamente a ellos -a la civilización o cultura en cuestión- y que los hace los únicos dignos merecedores de tales privilegios, con derecho a dominar y sobresalir sobre cualquier otro pueblo, raza o credo. Derecho divino del cual sólo ellos se hacen depositarios, en la más común y absurda auto-investidura de la historia que se repite una y otra y otra vez, al rededor del mundo. De ese mundo del cual se dicen ser el centro, pero que ha tenido muchos centros, incluso de manera simultánea.
Y la fórmula se repite hasta nuestros días. Washington, New York, La Meca, etc. Son el centro de los mundos dentro de este mundo parcializado y descentralizado.
Algunos ejemplos:
- En el foro romano, una construcción cilíndrica de ladrillo marcaba el umbilicus urbis, el centro de una ciudad que a su vez fue centro del mundo.
- Se sabe que la Isla de Pascua fué nombrada por sus habitantes Te Hemúa, que significa literalmenete, ombligo del mundo.
- La ciudad Inca de Cuzco, cuyo nombre "Qos Qo" también significa ombligo.
- ¿El obelisco a Washington?
Aunque otras versiones sugieren las raíces metl (maguey), xictli (ombligo) y el locativo co, cuya traducción sería «en el ombligo del maguey». Teniendo en cuenta la abundancia del maguey en tierras mexicas, tal vez el sentido de este nombre no sería muy distinto al de las otras culturas antes mencionadas, al situarse al centro de los magueyes, de su mundo. Otro centro del mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario