Entonces ella dice: eres un idiota Kent. Y en realidad su nombre no es Kent, sino Romualdo o Reynaldo o algo parecido, pero todo el mundo lo conoce como Kent y así lo llaman, aunque nadie sabe por qué. Sólo Kent conoce la razón de ser Kent, y ahora ella le dice idiota.
Ella tampoco se llama Roxy. Roxy se raspó las rodillas una vez; Kent le puso merthiolate rojo que eventualmente las tiñó de rosa y fué soplando poco a poco y hacia arriba para aliviar el ardor que al llegar al pubis se volvió jadeos y Roxy con los dedos hundidos en sus cabellos, por momentos oprimiéndole con ambas manos la cabeza hasta dejarle las orejas rojas.
Sólo le responde que se vaya de una vez, y que se queda con los gatos, quienes miran todo desde el sofá, tendidos y lamiéndose las patas.
Eres un idiota, dice, y él se queda con los gatos. Y los gatos miran al idiota Kent y a la falsa Roxy que se va, lamiéndose las patas, muy tranquilos y seguros de que al menos un idiota se los queda para darles de comer.
Sólo le responde que se vaya de una vez, y que se queda con los gatos, quienes miran todo desde el sofá, tendidos y lamiéndose las patas.
Eres un idiota, dice, y él se queda con los gatos. Y los gatos miran al idiota Kent y a la falsa Roxy que se va, lamiéndose las patas, muy tranquilos y seguros de que al menos un idiota se los queda para darles de comer.
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