Todo hombre ha de entenderlo: no importa su enorme estatura, no importa su valentía, también él puede sucumbir al más ligero desliz. Temor y respeto de sí mismo juntamente, son los que dan entera seguridad al hombre. Ten sabido que donde se tolera la petulante soberbia y se deja que cada uno haga su antojo, por próspera que sea, aunque le soplen vientos propicios, lentamente se habrá de hundir la nave de la ciudad.
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